Y otro crimen
[calló]
entre paredes de cuaderno cuadriculado
de puntillas
un susurro
en las manos de algún ciego que no por ojos no mire
que no por flojo no quiera.
La tomó entre sus manos y le dio
[el beso]
más apasionado que pudo resistir algún ser sobre el planeta
y la dejó sentada y jadeante
con una trenza:
la muñeca bermeja
en la tina.
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